sábado, 16 de octubre de 2010

Déjalo Latir

Conozco muchas personas con las emociones a flor de piel, siempre a punto de desbordar. Personas que lloran sin causa, que en la primera tensión o conflicto le brotan lágrimas como provenientes de una emoción acumulada que ya no es posible contener. No creo que sea malo llorar, al contrario, llorar es casi sagrado. Un llanto libre y genuino en la emoción misma creo que es bueno y saludable, no me refiero a ese tipo de llanto, sino más bien a la emoción acumulada que escapa a penas tiene la posibilidad.

Tengo la teoría que esto ocurre con más frecuencia en gente que está poseída por sus pensamientos, pensamientos que no le dejan escuchar su corazón, escuchar la verdad.

Acá me resuenan las palabras de un maestro: Habíamos ya terminado una ceremonia de toda la noche, en vigilia, una noche hermosa, donde lloré mucho, donde aprendí mucho de mi mismo. Al mismo tiempo sentía que estaba ayudando a otros. El sol ya se había levantado y estábamos escuchando la hermosa sinfonía de los pájaros: zorzales, tencas, loicas, raras y mirlos competían por el repertorio más dulce. Me sentía alegre y tranquilo, me sentía protegido frente al fuego, creo que todos lo estábamos, algo muy hermoso había ocurrido. Estaba empoderado, vivo, libre. Entonces algunos de los presentes comenzaron a hacerle preguntas al maestro y uno lanzó está: “¿Qué tengo que hacer con mi corazón?”.

Aurelio, con su cara humilde de siempre, lo miró a los ojos y se quedó callado por un largo rato, vinieron otras preguntas, murmuros, Aurelio le contestaba como en silencio, si decir palabra. De repente todos se quedaron en silencio, y Aurelio dijo: “Al corazón… al corazón hay que dejarlo latir, así de fácil, así de difícil. No le andemos poniendo cositas al corazón, malos pensamientos, suposiciones, dramas inventados en nuestra cabeza. Así.... sólo déjalo latir, que él sabe hacerlo. Déjalo latir y él te indicará lo que debes hacer”.

Siempre las mejores lecciones vienen de lo más simple. Nuestro ego siempre está construyendo situaciones, suposiciones dañan nuestro corazón. Nos peleamos con alguien en nuestra mente, creamos conflictos, suponemos malas intenciones y se nos aprieta el pecho…. se nos olvida como respirar y latimos mal. Le andamos poniendo cositas, cortapisas, no lo dejamos latir tranquilo.

Si no lo dejamos latir menos nos detenemos a escucharlo, a escuchar de verdad. Detenerse en la vida, apagar todo, librarse de los pensamientos y escuchar la más pura verdad que sale desde el centro de nuestro Ser. La mayoría de la gente necesita en cambio anestesiarse con su mente, darle algo para que mastique, un problema que roer, una proyección o suposición, si no es suficiente con la vida propia diaria también la podemos entregarle un bocado con nuestros aparatos, particularmente con los sofisticados sistemas de comunicación del hombre moderno. La TV o el computador nos proyectan situaciones que la mente traga fácilmente, y ahí nos quedamos masticándolas hasta que nos quedamos dormidos, anestesiados por ella. No nos damos el tiempo en nuestros días para escuchar a nuestro corazón.

Creo que justamente esa energía acumulada, esas trabas que le ponemos al corazón y nuestra nula capacidad de escucharlo hacen que la emoción se desborde, un llamado desde el fondo de nuestros Ser a reconectarnos con nosotros mismos, a alinear nuestro cuerpo, mente, corazón y espíritu.

Bueno, ya sabes, cuando te sientas mal, con tu pecho apretado, cuando tu emoción se desborde con facilidad, cuando sientas el pecho apretado.... lo único que tienes que hacer es déjalo latir.