miércoles, 19 de mayo de 2010

Atacama: I Parte

De los lugares más hermosos, más energéticos, más sagrados, el que más me gusta es el Salar de Atacama. Ahora que escribo estas palabras me parece que debiese cambiar el tiempo de mi sentencia de presente a pasado, sin embargo me niego a cambiarlo, sigue siendo un lugar increíble…a pesar del daño que se le ha hecho, es el más increíble. Por este motivo en este relato cambio el presente por el pasado, el pasado por el presente, haciendo evidente este momento cambio que nos toca vivir. Bueno, la historia fue o es más o menos así:

El salar de Atacama era un lugar generoso y mágico, sus cerros y volcanes tocan el cielo, muchos de ellos superan los 6.000 metros. Entre ellos, el viejo volcán Lascar, el poderoso Llullaillaco y el joven y hermoso Licancabur son los encargados de proteger el valle. Las quebradas son profundas y eran generosas en agua. Los ríos serpenteaban y acariciaban la corteza terrestre tomando de ella sus nutrientes. No sólo en la corteza sino también bajo ella corren los ríos, llevando los deshielos mágicamente al productivo valle.

Las aves se alimentan en lo dulce y lo salado, la lluvia era copiosa en el verano, llenando las reservas subterráneas y equilibrando las lagunas salinas. El Sol gobernaba desde lo alto del salar, haciendo que las plantas y microorganismos crezcan y con esto también los organismos mayores, decenas de especies de pequeños peces, anfibios y reptiles muy especiales que sólo viven en el salar. La mayor diversidad se expresó en las aves: playeros, chorlitos, wallatas y caprichosos catíes se refugian en los canales y lagunas. Entre ellas la más hermosa de todas aves: El Flamenco, hijo del Sol del atardecer y del agua de la Madre Tierra, como verdaderas lenguas de fuego, viven y se reproducen en el Salar de Atacama. El cortejo del flamenco no tiene comparación, elegantemente danza con sus patas sacudiendo el agua y su cabeza apuntando al cielo, uniendo el Sol con la Tierra y la Tierra con el Sol.

No sólo aves habitan este magnífico lugar. Los zorros y los Pumas mantenían el equilibrio de la vida, controlando a la vizcacha, la alpaca, la llama y la vicuña, fino camélido cuya hebra dorada es la más fina del mundo.

Este ecosistema también tenía sus guardianes: los humanos, una antigua comunidad llamada Lican Antay. Los Lican Antay vivía en los fértiles valles, venerando la vida, respetando a la Madre Tierra, cultivando el cereal y cuidando las manadas de alpacas y llamas.

No se sabe cuanto tiempo vivieron los Licanantay en armonía con el Salar de Atacama, pero si se sabe que varias civilizaciones pasaron por ahí, sin provocar daño alguno en tan hermoso y equilibrado lugar.

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