sábado, 4 de octubre de 2008

Las nuevas enfermedades del hombre moderno

Colon irritable, gastritis, cefalea, hipertensión, infarto al miocardio, derrame cerebral, obesidad, anorexia, depresión, ansiedad, bipolaridad, soriasis, onicofagia, diabetes, cáncer, alcoholismo, adicción a otras drogas…. Una batería de enfermedades multi-causales que parecen ser infranqueables para el hombre moderno. Este tipo de enfermedades nos caracterizan en estos días. Enfermedades que no pueden ser combatidas sólo con fármacos, porque los agentes causales trascienden a la medicina convencional. Los orígenes de estas enfermedades no son simples desajustes de la homeostasis corporal, ni bacterias que se atacan con potentes antibióticos. A estas enfermedades usualmente las declaramos como relacionadas al estrés.
¿Qué es el estrés en realidad? ¿Qué utilidad nos presta? El estrés es la consecuencia de un mecanismo neuroendocrino que nos permite responder apropiadamente antes situaciones de emergencia. Para correr en caso de peligro, o para cazar a una presa. Es lo que se produce cuando nuestro equipo mete un gol en el estadio lleno en un partido reñido: saltamos y gritamos. Debe haber sido parecido al encontrarse un ancestro humano con un diente de sable… arrancar a perdernos!!!. Cuando se produce este evento que requiere de nuestra máxima respuesta, una rápida señal emerge de nuestro cerebro en un lugar llamado hipotálamo, el que a su vez estimula una glándula maestra llamada hipófisis y ésta a su vez genera una serie de cambios en el cuerpo con el objeto de responder a la emergencia: aumento de la frecuencia cardíaca, de la frecuencia respiratorio, aumento de la presión sanguínea, disminución del flujo sanguíneo a los intestinos, cambios en nuestro sistema inmune y cientos de miles de ajustes corporales. Es decir que el estrés es bueno, ya que nos permite salir bien parados de situaciones límite. Sin embargo, en el hombre moderno cabe hacerse varias preguntas:

1.- ¿Qué ocurre cuando se desatan estos cambios en nuestro cuerpo y no respondemos corriendo o gritando?... a dónde se va toda esa energía?
2.- ¿Qué pasa cuando esta vía es estimulada una y otra vez?
3.- ¿Por qué esta vía se desata en el hombre moderno que rutinariamente no tiene ninguna amenaza evidente?

Para mí las respuestas a estas preguntas son claves en la relación del hombre moderno con la vida que construyó.
Si todo nuestro cuerpo se prepara, se energiza para responder a una emergencia y nosotros no hacemos nada, toda esa energía que debe canalizarse en alguna parte, queda atrapada y trata de salir de algún modo de nuestro cuerpo…. He ahí una de las razones que terminan con una persona con las enfermedades descritas al inicio de este post.
El desatar este mecanismo una y otra vez no es más que una adicción, nos acostumbramos a él y comenzamos a activar además otras áreas más complejas en nuestro cerebro, en particular el sistema límbico, en el que se activan sentimientos más graves y profundos: miedo, frustración, terror, ira, envidia, celos, odio, resentimiento, etc. Esto está demostrado en muchos animales: monos que le temían a una serpiente y que desarrollaban conductas de vocalizaciones extremas al ver una, si se les saca el sistema límbico no sólo dejan de temerle, sino que se la comen. En este caso la activación del sistema límbico humano hace que comiencen a aparecer enfermedades psicogénicas más complejas y graves.
Voy a dar un ejemplo diario práctico: una discusión. Cuando creemos que alguien nos ha hecho algún daño o se ha metido en nuestro territorio se lo expresamos verbalmente, muchas veces con vehemencia, la persona implicada hace lo mismo. Desencadenamos reacciones de emergencia. Ocurre que muchas veces al terminar la discusión nos quedamos pensando en el asunto una y otra vez, es decir seguimos discutiendo por horas pero esta vez solos, incrementando y perpetuando ese sentimiento negativo. Si los comparamos con los animales por ejemplo, cuando un cisne se mete en el territorio de otro también se produce una discusión, más bien un ritual para ver quien es más fuerte. Una vez resuelto el conflicto (usualmente sin daño de nadie) cada uno sacude las alas y sigue con su vida normal… no se quedan entrampados en esa discusión.
La respuesta a la tercera pregunta es también muy iluminadora: Los mecanismos de respuesta a emergencia no sólo responden a amenazas reales sino que responden también a nuestra mente humana, o sea a lo que pensamos de las cosas o circunstancias. Los hombres modernos somos adictos de la mente, y la mente nos puede jugar una mala pasada al hacernos creer que estamos en peligro o que nuestra integridad está tocada. Todo nuestro estrés no viene de las cosas o de las circunstancias reales, viene de lo que pensamos de ellas. Esa es una gran diferencia, clave para enfrentar las enfermedades modernas. Cuantas veces me ha pasado que me siento ansioso o triste y no sé porqué, busco cual habrá sido el causante de esa sensación y me doy cuenta de que no era tan importante, entonces ya me siento mejor…. Si no me doy cuanta me quedo peleando por horas…. Es mejor ser como el cisne y sacudir las alas, dejar que la energía salga.
Son, entonces, nuestros pensamientos los que nos hacen estar en estado de emergencia muchas más veces que lo natural y, que no nos permiten responder en forma normal como sería correr o gritar (es por esto que hacer ejercicio o bailar disminuye el estrés), retenemos esa energía que se acumula en nuestro cuerpo y trata de salir por nuestros órganos….. enfermándonos. Al mismo tiempo esto lleva un feedback (retroalimentación) positiva a la mente para generar más pensamientos negativos. Con esto quiero decir que la responsable de los males del hombre moderno es nuestra mente, le hemos dado un lugar, una relevancia de demasiada alta. Evidentemente que desarrollar la mente es muy importante, siempre y cuando no olvidemos las otras partes de nuestro Ser. Somos mucho más que mente…. aunque el hombre moderno lo haya olvidado.

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